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ACTIVIDAD DEPORTIVA EN SUJETOS MAYORES DE 35 AÑOS.

MÍNIMA VALORACIÓN CARDIOLÓGICA RECOMENDADA

Desde 1990, el actual Comité Científico de la Federación Internacional de Medicina del Deporte, presidido por el canadiense Peter Fowler, ha llevado a cabo una incesante actividad que ha comprendido hasta la fecha estudios diversos: peligrosidad del boxeo aficionado, actualización del tema de control de sexo, prevención lesional, etc. Entre los diversos temas tratados, se está confeccionando una ficha médico-deportiva que se pretende sirva de modelo al menos en los países con menor desarrollo tecnológico. En el contexto de dicha ficha se nos encomendó la elaboración de una declaración sobre la mínima valoración cardiológica recomendable, en deportistas mayores de 35 años. El texto original, sometido a múltiples correcciones, fue elaborado conjuntamente con el Dr. J.A. Ferrero Cabedo, al que desde aquí quisiera agradecer su entusiasta colaboración y diligencia.

Existe un acuerdo general sobre la necesidad de realizar una valoración médico-deportiva a todo sujeto mayor de 35 años que inicie o reemprenda una actividad física de competición o incluso de tipo lúdica.

El objetivo de dicho reconocimiento debe ser:

1. Definir estado general de salud.

2. Detectar cualquier contraindicación deportiva. 

3. Reconocer y en consecuencia evitar situaciones que potencialmente puedan ocasionar complicaciones cardíacas.

El reconocimiento debe incluir una anamnesis cardiovascular detallada, un examen físico general y una valoración cardíaca completa.

En la actualidad, existe un creciente número de personas de todas las edades que practican ejercicio físico, sabedores de sus posibles beneficios. Sin embargo, algunas prácticas deportivas pueden ser peligrosas para individuos con afecciones cardíacas no detectadas.

La incidencia de muerte súbita en el deporte es difícil de evaluar. Se ha postulado que oscila entre 0,77 y 8,5/1 OO.OOO/año. La inmensa mayoría de estos fallecimientos son debidos a la cardiopatía isquémica. Hipotéticamente, estas muertes podrían ser prevenidas por un adecuado programa de valoración, pero en la práctica no parece posible aplicar universalmente estos programas por diversas razones:

a) El coste de las técnicas disponibles es alto.

b) La eficiencia de las pruebas complementarias (capacidad diagnóstica, sensibilidad y especificidad) depende del material y experiencia del especialista, y ninguna alcanza al 100%.

c) Con frecuencia, las situaciones potencialmente peligrosas sólo ocurren durante esfuerzos extenuantes y/o estrés psicológico.

d) El empleo de estas técnicas en grupos de sujetos con baja incidencia de enfermedad puede conducir a diagnósticos dudosos. En consecuencia, se pueden producir casos de yatrogenia, debidos a práctica de exploraciones tras resultados anormales.

Por todo lo expuesto, se deduce que no es fácil tipificar cuáles son las mínimas evaluaciones médicas que se aconsejan efectuar en sujetos mayores de 35 anos que quieran participar en actividades deportivas, pero al menos debemos obtener la siguiente información: 

1. Historial personal y familiar completo en relación a cualquier síntoma cardíaco. Con anterioridad a la realización de la historia clínica puede ser conveniente diseñar un cuestionario, haciendo hincapié en aspectos que pueden ser ser negligidos por el paciente (ejemplo: nivel de disnea de esfuerzo).

 2. Examen físico detallado.

 3. Un E.C.G. de 12 derivaciones en reposo.

 4. Prueba de esfuerzo máxima, evaluando la adaptación al ejercicio, la capacidad funcional, la incidencia de arritmias, la evolución tensional y las alteraciones del E.C.G.

 5. Radiografía de tórax.

 Si las exploraciones precedentes detectan cualquier anomalía (soplos, hipertensión, alteraciones electrocardiográficas, etc.), se debe realizar un estudio más detallado que incluya especialmente la práctica de un ecocardiograma para descartar alteraciones morfológicas cardíacas.

 En caso de mínimas alteraciones electrocardiográficas durante la prueba de esfuerzo, se debe ser cauto en su interpretación, teniendo en cuenta la baja prevalencia de enfermedad coronaria en dichos sujetos y valorando la existencia de posibles factores de riesgo. En los casos dudosos, se debe completar el estudio con la práctica de una prueba de esfuerzo con perfusión miocárdica nuclear (T1 201, tc 99 m). Según el resultado de dicha prueba, debe realizarse una coronariografía


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